lunes, 31 de agosto de 2009
Shhhhhhhhhhhhhhh
Durante el fin de semana pudimos ver por toda la ciudad la multiplicación de carteles blancos en las paredes, cajas eléctricas y teléfonos públicos tapando los afiches de apoyo a la Ley de Servicios de Comunicación Audiovisual. Los afiches blancos eran simplemente eso: no tenían ningún tipo de inscripción, no buscaban comunicar ni decir absolutamente nada y, por supuesto, tampoco llevaban firma. Su único objeto era ocultar otros mensajes. No todos, sólo algunos. Nos cubrieron de silencios las paredes.
Sin embargo, a veces los silencios son mucho más poderosos que el grito más encendido. El silencio ocupa espacio, pesa y oprime. El silencio tiene presencia. Y, más importante aún, el silencio habla, dice cosas. Esos cartelitos blancos contienen, muy a pesar suyo, un mensaje velado. Esos carteles dicen "NO". Se lo dicen al gobierno, se lo dicen a quienes apoyamos el proyecto de ley, nos lo dicen a todos. Es una advertencia, un aviso. Cuidado. Las paredes también tienen dueño. Ojo con lo que decimos en ellas.
¿Qué decir del anónimo emisor del mensaje? Ni falta hace una firma para darse cuenta de su identidad. Así como nunca hizo falta ningún tipo de identificación en los Falcon verdes para adivinar a quien pertenecían, tampoco hace falta una firma en los afiches blancos. El mensaje que ocultan habla sobre el autor mejor que cualquier firma. Sin embargo, el anonimato también dice algo. Aquel que se desvincula de su acción, aquel que no se apropia de sus actos, busca impunidad.
Esos carteles no son una mera chicana. Son algo más más denso y más grave que eso. Son un cachetazo a la libertad de expresión y a la democracia. Son silencio e impunidad.
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Sé.. se fueron un poco al carajo con lo de los falcones verdes, pero me da un poco de escalofríos lo que está pasando...
ResponderEliminarPedir libertad de expresión, acusar de censura y hacer esto... es un acto perverso no callar con la palabra sino con el silencio.
La exageración es adrede. De todas formas, los carteles blancos son una cosa bastante jodida simbólicamente.
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